Cordoba Capital. No soy el potro cordobés. 15:17. Calor. Mucho calor. Pegajoso calor. Recién llegamos de Capilla del Monte y no fuímos a ver Marcianos.
Leímos Engranajes de sangre, con Gerardo, en su librería Moby Dick.
Es fácil identificarla porque es el único que no vende libros de autoayuda.
Por ahora.
Está empezando.
Estuvo bien.
Anduvo con nosotros, los primero días, la guitarra del Cuerda y la nariz colorada de Emilia.
Lo que duro, fue bueno.
La primer noche de lectura dejó el siguiente saldo:
- Vinieron sólo siete personas. Un hippie que salió de atrás de una higuera me dijo que era un número maestro.
- Terminamos no tan borrachos.
- El Cuerda la gastó. La dejó chiquita.
La segunda noche de lectura dejó el siguiente sabor:
- Vinieron 38 personas. LLovía mucho.
- Gerardo se quería cortar las bolas porque no tenía más vasos para repartir el vino.
- El Cuerda desparramó chispa por todos lados.
- No pudimos emborracharnos, el vino se lo tomó la gente.
La tercera noche dejó el siguiente espectro:
- Algunos Engranajes en manos capillenses.
- Mujeres atrás del Cuerda.
- Leímos al poeta de allí, Romilio Ribero.
Max Payne no se rinde...
Eso fue todo.
Felices y contentos esperamos el micro que nos lleve, después de 17 horas, a Mar del Plata. ¿Qué vamos a hacer ahí?
Leeremos más Engranajes de sangre, esta vez, sin el Cuerda...
La próxima entrega, lo prometido...